DEVOCIONALES N° 39

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La Iglesia en las casas

DEVOCIONALES N° 39 / Octubre 2020

 

Nuestro testimonio debe ser revisado frecuentemente para que nuestra vida no carezca de autoridad.

Cuidado con esas actitudes condenatorias hacia otros, cuando cada uno es un pecador que ha sido rescatado por el sacrificio de Cristo.

¿Sabemos acerca de sus comienzos? Pocas veces.

Bueno, hablemos del primer Evangelio del Nuevo Testamento, pues se reconoce que Mateo fue quien lo escribió.

 

INTRODUCCIÓN:

En el juego de ajedrez, las piezas deben ser movidas para no ser atrapadas, o para atrapar a las otras, especialmente para salvar a la pieza del rey o atrapar al rey del oponente.

Esto es muy similar a las jugadas que los “escribas” y “fariseos” hacen con el fin de “atrapar” a Jesús según la respuesta a una pregunta.

 

Pasaje Bíblico: (Juan 8. 1 - 11)

En este relato, los escribas y fariseos (dos grupos religiosos de la época) traen al templo, el lugar en el que se encontraba Jesús, a una mujer que, según ellos, ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. La Ley de Moisés (Lev 20. 10; Dt. 22. 23-24) señala que quienes comenten un acto así, deben sufrir la pena máxima.

 

A Jesús, por tanto, le preguntan: “¿Tú qué dices?”

 

Antes de ir a la respuesta de Jesús, veamos lo que está sucediendo:

 

  • Estos religiosos llaman a Jesús “Maestro”. ¿En verdad lo reconocen como maestro? Parece ser esta una “falsedad” de parte de ellos, cuando la intención era atrapar a Jesús.
  • No aparece aquí el otro involucrado en el acto de adulterio. ¿Qué pasó con él?
  • Ellos usaron a una mujer –sin nombre- como un “objeto” para colocar una trampa a Jesús.
  • Ellos usaban su autoridad para condenar, eso es lo que sigue ocurriendo en el día de hoy. Jesús usaba su autoridad para perdonar.
  • Jesús había enseñado: “No juzguéis, y no seréis juzgados…” (Mt. 7. 1) Valía la pena acordarse de esta enseñanza.

 

¿Cómo respondió Jesús?: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire (a ella) la primera piedra.” (Jn. 8. 7)

 

Cada uno quedó solo con su conciencia. ¿Habrá alguno que haya estado libre de pecado, que nunca haya pecado, que nunca haya ofendido, que en toda su vida haya vivido correctamente, aún en lo más privado de su vida?

 

Al parecer, no hay ser humano en quien su vida nunca se haya “ensuciado”. Esto lo debemos recordar siembre, porque el verdadero testimonio (o ejemplo), comienza con la honestidad.

 

En el relato, cada uno, al quedar solo frente a su conciencia, se fueron retirando comenzando por los más viejos.

 

“¿Dónde están los que te estaban condenando?”, pregunta Jesús a la mujer que había quedado expuesta ante la mirada de todos allí.

 

“Ni yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”. Fueron las palabras que representaron perdón y una segunda oportunidad.

 

Debemos abandonar la idea de juzgar a los demás, cualesquiera sean sus actos. Cada uno de nosotros ya tiene bastante trabajo en sacar la “viga” de su ojo, como para preocuparse de la “paja” en el ojo del otro. (Mt. 7. 3 – 5)

 

Recuerda:

El verdadero testimonio comienza con la honestidad.

 

 

Por: Pr. Jaime Salgado